Todo eso obedeciendo a la nueva moda de lo nacional, la soberanía nacional, la dignidad nacional y otras frases embarradas de falso nacionalismo típicos de la nueva tendencia del socialismo del siglo XXI reflejada en los gobiernos de Chávez, Evo, Ortega, Correa por citar a los más representativos.
Acorde con Manuel Ignacio Gómez Lecaro en su artículo ¿Lo nacional? Latinoamérica toda vive una suerte de montaña rusa, nacionalizaciones primero, luego privatizaciones y finalmente, nacionalizaciones again, democracia hoy, dictadura mañana y al cabo de un tiempito vuelve la mula al trigo. Y no termina ahí, primero declaramos autocracia económica, después aperturismos en tapete y posteriormente cual muchacho arrepentido pedimos acoger el proteccionismo. Y muy en el fondo nos preguntamos por qué tanta pobreza por qué tanto atraso.
Esta locura de lo nacional hace que la ciudadanía justifique y apoye el hecho de que el estado trate de proveernos de ciertos bienes y servicios ignorando por completo ciertos principios que la administración pública no considera de sus empresas, como la generación del lucro mediante la máxima microeconómica de la obtención de utilidades y minimización de los costos; estos principios hacen que por ejemplo la empresa privada trate de operar con la mayor eficiencia posible produciendo con economías de escala en un marco de competitividad extrema, donde simplemente o satisfacen con bienes y servicios que otorguen valor y satisfacción o desaparecen.
Las empresas públicas de las cuales se enorgullece el Estado Benefactor no se rigen bajo esos principios, simplemente tratan de proveernos de aquellos bienes y servicios en donde consideran que el mercado presenta fallas e incluso de acuerdo a la rigurosidad del sistema “Cuba” tratan de proveer todo ocasionando una burocracia con sueldos dorados, nepotismo, corrupción, privilegios, ESCASES; arrojando como resultado un gran perjuicio al consumidor final, aquel que justamente se pretendía beneficiar.
Y es que un empleado público que se desmadra trabajando todo el día recibirá exactamente la misma remuneración o cantidad de dinero que otro trabajador público un tanto menos esforzado, ya que por cosas de la gestión pública ambos realizando la misma actividad y manejando similar nombramiento están situados en una escala de similar puntuación, según nuestra Ley ellos están homologados, es fácil imaginarse entonces que el resultado final de ese fenómeno será desincentivo, desinterés y posteriores bajas en la productividad. Cosa antagónica sucede en el sector privado donde se remunera en proporción directa al esfuerzo y la eficiencia.
Gobiernos como este no hacen más que crear nuevas empresas de acuerdo a sus necesidades, a la coyuntura, seguramente mañana no serán tan necesarias, “si es que en algún momento lo fueron” y lo que nos habrá quedado será grandes elefantes blancos, obsoletos sin poder desaparecer, ya que seguramente seguirá viviendo por las fuertes presiones sindicales que buscarán el re-direccionamiento de la misión de la misma siempre y cuando se mantengan sus privilegios y con breves incrementos salariales, ¡por el susto, digo!
La concentración de las decisiones técnicas urgentes, la temporalidad política de los cargos públicos, la corrupción, el palanqueo, el nepotismo, el exceso de personal, la falta de flexibilidad laboral, los parásitos latentes del sistema, la falta de experticia en la provisión de bienes y/o servicios públicos, entre otros hacen que la nacionalización de ciertos sectores estratégicos a juicio del estado y la posterior creación de la empresa nacional para su provisión fracase. No hay nada menos ecuatoriano y más ineficiente que lo público, el IESS, PETROECUADOR, la educación pública, no nos pertenecen, pertenecen al privilegio de unos cuantos arrimados a la retórica de siempre hoy más que nunca de moda.
Más allá de que en el Ecuador y en buena parte del mundo no existan empresas públicas que operen mejor que las privadas, de sistemas económicos e ideologías, de sectores estratégicos estatizados, etc, esperemos que siempre se respete en la ciudadanía nuestro derecho a la libertad, libertad de elegir, de comprar, de vender, de contratar, libertad de usar y colocar nuestro dinero donde nos convenga y hasta nos plazca. Todo acto que desde el estado contravenga con nuestras libertades solo acarrea atraso y más pobreza.