sábado, 14 de noviembre de 2009

¡Sin luz! Se veía venir.


Qué golpe tan bajo para la revolución ciudadana, los famosos estiajes acompañados de los inseparables cortes de energía han lacerado el orgullo de hasta el más radical de los aliancistas que ven como cada vez disponen de menos recursos para la defensa. Ya algunos empiezan a disentir, el desencanto es cada vez mayor, obvio sienten los estragos de las ineficiencias del modelo, sin embargo todavía hay un considerable número que se resiste. Si con luz no quieren ver, peor ahora en épocas de desafortunada oscuridad.

El presidente en su enlace ciudadano le echo la culpa a la partidocracia y a la naturaleza. Gobiernos anteriores querían desmantelar el estado manifestó exaltado, por eso jamás invirtieron en generación eléctrica, es un problema de años, nunca existió planificación, reclamó, además la naturaleza no va con la revolución ciudadana, ¡no llueve! En 40 años no había sucedido algo similar, por lo tanto tocará sobrellevarla, porque lo que brilla con luz propia nada lo podrá apagar…

En otras palabras, falta de apuntalamiento al estado para que pueda cumplir con una más de sus ideológicamente atribuidas labores, la de electricista.

Durante los últimos años el sector eléctrico en el Ecuador no encontró camino entre la obligación de modernizarse o la consecuente pérdida de privilegios que implicaba. Los sindicatos juntos con la izquierda reaccionaria hicieron todo lo posible para hacer favorable la disyuntiva, apelaron a sentimientos nacionalistas para mantenerse en control y de esta forma evitar la modernización del sector, a la vez demandaron la inversión de ingentes cantidades de dinero en nuevos proyectos de generación para de esta forma suplir las ineficiencias.

Sin embargo administraciones altamente politizadas, problemas burocráticos en las empresas de generación y distribución, déficits tarifarios, pérdidas acumuladas, inconvenientes tributarios, entre otros, jamás hicieron atractivo al sector, ni para el estado ni para las inversiones internacionales. Capitalizarlo en esas condiciones hubiese sido como tirar dinero en saco roto. Por lo que se gestó todo un proceso de cambio estructural para privatizarlo, proceso que daría sus primeros pasos con el gobierno de Sixto Duran Ballén y colapsaría en el de Gustavo Noboa.


Se crea el Consejo Nacional de Modernización, CONAM, se redactan y aprueban las Trole I y II, se gestan cambios en la Ley de Electrificación y cambios en el marco regulatorio, etc. Cambios que al final de cuentas de nada sirvieron ya que pesaron las decisiones de la empresa Centro Sur (con el corcho Cordero como ex Alcalde de Cuenca a la cabeza) y sobre todo la de la Empresa Eléctrica Quito, líder en la defensa de los privilegios sindicales y manejada por la izquierda democrática, quienes jamás se prestaron a los procesos de privatización.

Agregando también las declaraciones de importantes representantes de los partidos políticos de derecha, quienes por afinidades ideológicas debieron aportar al proceso y no ponerlo en tela de duda.

Entonces la falta de acuerdos para instituir un proyecto país gracias a posiciones antagónicas a la hora de establecer el rol del estado no permitió el rescate del sector eléctrico, quien con el paso de los años se convertía en una pesada carga para los ecuatorianos.

Hoy por hoy el gobierno de la revolución ciudadana le apunta al estado como respuesta y solución a la crisis energética y ejerce su accionar respaldado por la Constitución de Montecristi que declaró al sector como “área estratégica”. Dicha palabrita proveniente de la constitución de 1978, estuvo en vigencia por veinte largos años. Se constituiría como muletilla preferida de la izquierda y como muro ideológico que no permitiría la modernización en el sector eléctrico (y otros) al no permitir la participación privada en la prestación de servicios públicos. Este concepto fue defenestrado en la constitución del 98.

La inclusión de dicha palabra en la nueva constitución ahuyentó de una vez por todas, la posibilidad de inversión extranjera sobre el sector. Nos vendieron la idea que una empresa estatal con dinero (fruto del robo compulsivo a través del pago de impuestos y de la explotación anti técnica de recursos no renovables) es igual de eficiente que una privada. Hoy por hoy a tres años de gobierno estamos viviendo las consecuencias.

Falta de previsión, falta de optimización de gastos y falta de sentido común. Señores el estado es pésimo administrador, por lo tanto se torna imprescindible eliminarlo como operador del sector eléctrico.


¿Qué posibilidades brinda el mercado? Las mejores, a través de una segmentación del mismo con la finalidad de que hayan mas operadores, por tanto mas oferentes y baje el precio. Con la existencia del mismo también se podría incentivar la presencia de capitales privados para nuevas plantas de generación y así bajar las tarifas, estas deberán ser manejadas por profesionales probos y capaces, siempre y cuando el sector de la distribución no esté sometido a los vaivenes de la política.

Se debe abogar por el empoderamiento de los gobiernos locales con la finalidad de descentralizar el sector, pero no con la finalidad de generar gobiernos locales estatistas, sino más bien gobiernos locales autónomos con la capacidad de concesionar, tal como lo hace Guayaquil.

El gobierno tiene otra receta, que no necesariamente parecería ser la solución, solo que para ellos es más altiva y soberana, se sienten capaces de rescatar al sector eléctrico con sus planes y nos comentan de grandes avances, comentarios que para el grueso de la ciudadanía o una buena parte de ella, no parecen acertados, lo que sí parece acertado es que en el Ecuador las cosas no avanzan al ritmo que el gobierno con el presidente a la cabeza parecen creer.