martes, 25 de noviembre de 2008

LA SOBERANÍA DEL CONSUMIDOR

Confieso que no dejan de llamarme la atención los ya tradicionales enlaces radiales presentados por el Sr. Presidente Rafael Correa; loro belicoso tal como lo llamaría brillantemente un conocido articulista porteño, y es que en el enlace # 96 llevado a cabo en la ciudad de Manta además de defender su sesgada comisión de auditoría para la deuda ecuatoriana despotricó contra el conocido principio de la soberanía del consumidor.

Cualquier estudiante de economía defensor del libre mercado o no, incluso el ciudadano común conoce por lo menos superficialmente que tal asunto se refiere al papel subjetivo que los consumidores cumplen en determinar libremente qué tipos y qué cantidad de bienes y servicios se producen en la economía.

El programa “consuma lo nuestro” es una respuesta a eso, a la mentalidad liberal que defiende la decisión voluntaria de cualquier individuo ante el eventual caso de encontrase con la disyuntiva de elegir entre dos bienes o servicios, en este caso uno nacional y otro importado. Seguramente la propaganda oficialista que nos llegará tratará de motivarnos para elegir el nacional, algo que podría ocasionar que tomemos la decisión no correcta, es decir que impulsados por factores nacionalistas y no patrióticos escojamos en detrimento de nuestros bolsillos y de nuestra percepción del valor y satisfacción un bien o servicio.

Milton Friedman fue quizá quien fomentó con mayor ahínco el principio de la soberanía del consumidor, pues el sostenía que cuando una persona utiliza libremente su dinero y adquiere un bien o servicio está ejerciendo un derecho, su decisión de alguna manera está ampliando los márgenes de la libertad y la democracia. “Cuando una persona puede tomar decisiones sin la coacción del Estado, tanto en su condición de productor como de consumidor, el resultado final de esa elección, trenzada a la suma casi infinita de otras elecciones libremente efectuadas por otros millones de personas, genera unos asombrosos niveles de prosperidad y progreso”

El programa “consuma lo nuestro” basado en una limitación constitucional de las importaciones de ciertos bienes y servicios (léase Art.- 281, #2) sobretodo aquellos que ingresan directamente a competir con los nacionales, emula el tristemente agotado modelo de sustitución de importaciones que alguna vez el Ecuador abiertamente acogiera obedeciendo las insepultas políticas cepalinas.

Pero ¿Cuáles fueron y/o serían las consecuencias de implementar dicho programa? Es decir ¿Cuál sería la consecuencia de desarrollar todo un mercado interno mediante políticas proteccionistas? Cuando una sociedad concentra la facultad de elegir en un grupo de ingenieros sociales del gobierno, expertos facultados para decidir cuál es el bien común, las consecuencias materiales de ese restringido modelo de organización social son pobreza, desabastecimiento y creciente apatía ciudadana hacia aquellos bienes y servicios que el estado interventor quiere precisamente beneficiar. “Bajos precios y calidad no son las características principales de los mismos”

El gobierno, con programa en mano apelará a lo que conoce como la máxima virtud social, el nacionalismo, insistirá en privilegiar la producción nacional ya que supone que el soberano es un perfecto imbécil, no toma las decisiones correctas, por lo que le impedirá vía coerción que escoja libremente lo que prefiere. La historia una vez más nos recordará que un país debe tener en primer lugar bienes y servicios suficientes “quizá producidos localmente” o capacidad de importar aquellos que por diversos factores no produce localmente. LOS MISMOS DEBEN SER ASEQUIBLES A LOS CONSUMIDORES EN PRECIO, OPORTUNIDAD Y CALIDAD.