viernes, 30 de julio de 2010

Una voz opositora menos


Particularmente no me agradaba Jorgito Ortiz, tenía un rostro que no inspiraba confianza, peor el presumido narcisista de Carlos Vera, era frontal sí, y si bien esa es una cualidad a considerar, tampoco me agradaba. Como resultado de aquello experimenté un vacío político que duro algún tiempo, hasta que por fuerzas de las obligaciones tuve que empezar a completar mis fuentes de información, no podía declararme un ciudadano cuasi informado sin estar al tanto de los comentarios y análisis de este par de personajes polémicos.

Carlos Vera en su experiencia periodística y hasta política pecó de ingenuo al entregarse 100% a una revolución que prometía refundar una nueva república, sin considerar que seguía a raja tabla los pasos de aquella revolución cuya génesis se encuentra dos países al norte. Tenía que haberlo previsto si desde hace tiempos comulgaba con aquella izquierda progresista que poco a poco iría tomando preponderancia en el escenario político ecuatoriano, izquierda que desde antes ya estrechaba lazos de amistad con el comunismo de Chávez. Y es ahí precisamente donde radicaban mis más profundas discrepancias políticas e ideológicas con tal personaje.

Por otro lado estaba el no menos gracioso Jorge Ortiz, personaje tildado de “regionalista empedernido” por ciertos círculos costeños, mantenía un discurso casi siempre favorable a la libre empresa, un periodista de connotadas inclinaciones hacia el bando conservador de la derecha ecuatoriana, en otras palabras todo un curuchupa hablando de libertades. Para mí su discurso era un tanto más interesante, más fresco que el de Carlo Vera, quizá por este punto se hacía merecedor (de vez en cuando) de unos minutos de mi atención.

Los dos constituía la atracción estelar de los noticieros mañaneros, entre los dos pusieron en jaque a cuanto político o burócrata de turno osara en facilitar sus versiones sobre algún caso que en su momento sirviera como comidilla del día para el periodismo ecuatoriano.

Hasta que llego la revolución ciudadana comandados por el ególatra prepotente de Rafael Correa y su caterva de acólitos. Ellos llegaron para quedarse, ocupar el poder, manejar desde el ejecutivo y solo desde ahí todo el espectro político, social y económico ecuatoriano.


Engañó a todos, incluso a su círculo íntimo que preparo la campaña, no solo a mí y millones de ecuatorianos. Sería un gran actor de telenovelas. Carlos Vera refiriéndose a Rafael Correa. ¡Nunca mordaza!

En su monumental obrar permitirían jamás cuestionamiento alguno. Ellos son las voz del pueblo por tanto la voz de Dios, tocados por la mano omnipotente del mismísimo, todo aquel que osara en cuestionarlos inmediatamente sentiría la arremetida de intelectuales, militantes y fanáticos revolucionarios convencidos de la causa socialista del siglo XXI. Deberán conocer que el socialismo perse no acepta críticas. Libertad, ¿para qué? El socialismo sostiene que la libertad de expresión no es más que una palabra acomodaticia para mantener el modo de pensamiento aceptado comúnmente por la sociedad, el mainstream. Entonces, acorde con este sistema y sus defensores (dotados de inteligencia extrema, claro según ellos) la misma solo sirve como medio para sostener el status quo.

Bajo estos preceptos Rafael Correa y fanaticada no podrían estar de acuerdo jamás con estos personajes, no podrían soportar crítica alguna y cualquiera que en su momento llegara sería inmediatamente confrontada por el arsenal mediático a disposición de los mismos, y no conforme con eso prepararían todo un galimatías legal con el único fin de acallarlas. Silenciar las voces disonantes como objetivo y que mejor forma de hacerlo mediante una Ley que se acomode a las nociones de libertad de expresión que manejan los revolucionarios, es decir aquella que realza los “logros” del gobierno e ignora y tapa sus falencias. Periodista u opositor que no se ajuste a los nuevos cánones revolucionarios será inmediatamente denigrado, para después ejerciendo infame presión “silenciarlo”.

Y de esta manera el Ecuador suma un periodista de oposición menos gracias a un Estado que bajo el gran ojo inquisidor no actúa para el ciudadano sino para auto defenderse, de nada le sirve o nada le importa que la Convención Interamericana de Derechos Humanos establezca en su articulado que el Estado no puede controlar los medios independientes ni el libre ejercicio de la libertad de expresión. Lo establecieron como soberano y en su concepción las leyes internacionales se ajustan. Desconoce la obligatoriedad de dichos tratados.

Según Carlos Vera, Jorge Ortiz habría salido de Teleamazonas por presiones de este gobierno, recordemos que el proceso de venta del lindo canal debe ser aprobado por Carondelet. Carlos Jijón, director nacional de noticias de Teleamazonas desmentiría en su cuenta de Twitter lo afirmado por Vera, sosteniendo que se basaba en versiones no confirmadas. Sin embargo no deja de ser una voz opositora menos, una voz que gracias a estos mecanismos de control y restricción al libre flujo de información independiente y privada ha sido acallada.